A Soul Mate’s Tale

        Patinando entre los pasillos de la década de 1990 y el 2000, Lylah O’Hara estuvo a punto de chocar en su monopatín con la Máquina Expendedora; un rectángulo medio metro más alto que ella de color rosa en donde podía leerse en kaji-inglés verde y amarillo: consigue tu Soul Mate por 30.000 yenes.
        —Mhm… —encendió el comunicador para llamar del otro lado de la bodega—, Larys, ¿tenemos una descarga pendiente?
        En su oído, gracias al plug azul de servicio, escuchó la pausa de acceso que antecedió la voz aguda y chillona de su compañera:
        —Ola, k ase? De turno nocturno o k ase? —silencio—. Negativo. La siguiente venta es hasta la mañana. ¿Alguna novedad?
        —Afirmativo. ¿Por qué me hablas así?
        —Creo que se escucha más freez si nos comunicamos oldymente.
        —Tiene sentido —Lylah reconoció—. Tengo un OVNI en el pasillo. Es un objeto rectangular, probablemente japonamericano entre los siglos XX y XXI. ¿Crees que sea peligroso?
        —¡No lo toques! —el grito lo confirmó—. Puede ser radioactivo. ¡O peor aún! ¡una bomba vegano-anarquista!
        —No me fock —como precaución, Lylah puso distancia entre ella y la máquina—. Sus dibujos de corazones y animalitos me hace pensar que es una máquina relacionada con la salud o la actividad ecofriendly.
        —Eso es lo que los vegano-anarquistas quieren que pienses. Siempre un paso por delante a nosotros —Larys hizo una pausa corta—. Espera, no lo toques hasta que llegue con el Cerebro para revisarlo.
        Mientras esperaba a su amiga entre los pasillos blancos cubiertos con plástico protector reventable, Lylah se encargó de hacer sus propias investigaciones. Casi se arrancó los guantes de fieltro con los dientes, se retiró los anteojos de trabajo y con uñas de colores cósmicos buscó detrás de su oído la entrada al puerto para conectarse en la Universa; pero aún y cuando utilizo las comillas para su navegación fue incapaz de encontrar nada relativo a la caja misteriosa más allá de una liga correspondiente a la compra-venta de ataúdes térmicos con dispensador para vampiros góticos.

        Veinte minutos después, Larys dobló por el pasillo de los setentas.
        —¡Sugoi! Parece en un paquete de comida rápida del panda —parpadeó para enviar la referencia—. ¿Qué has averiguado?
        —No tengo nada en la Universa, pero la revisé con cuidado y creo que el rectángulo grande de la izquierda es una puerta. A la derecha está el controlador —con una seña, Lylah le indicó el lugar al costado en donde colgaba un hilo de plástico con un artefacto conector en la punta—. Creo que requiere de algún tipo de calibrador energético para funcionar.
        —¡Veleros! Debe tratarse de tecnología bastante vieja. —Larys tomó el Cerebro de su valija para sacar un par de fotos a la máquina e ingresarlos para búsqueda. — ¿Qué significa Soul Mate?
        —Creo que sería algo como “Amigo Mental” en mexicano. Debe ser algo realmente viejo.
        —Oh —Larys exclamó con sorpresa—. No tengo idea de qué merdeira significa.
        Lo averiguaron cuando la pantalla del Cerebro cambió del negro al azul y el magenta, dando acceso al número del producto: Folio II2018-1606-2134. Máquina Expendedora de Parejas Ideales.
        —Es el equivalente a un Descargador de su época —dijo el Cerebro—. Creada en Japón en el siglo II antes de Lésper por el físico Kató Koji, es un procesador cuántico capaz de proporcionar a través de los impulsos neurales del usuario a su Pareja Idónea. —Larys abrió la liga que contenía—. «Pareja. Del mexicano “par” que significa dos y “eja”, proveniente de pendeja, que significa estúpido. Literalmente: Dos que se apendejan. Dícese de dos personas cuyo estado romántico exacerbado que ocasionalmente los lleva a contraer matrimonio».
        —¿Por qué alguien querría contraer matrimonio? Y más importante aún: ¿qué es el matrimonio? —Larys preguntó.
        —No tengo la más mínima idea. Recuerdo que vi en la Universa que en aquella época el mundo estaba por demás conflictuado. Se regían bajo la dictadura de la Democracia —al no ver respuesta en el gesto de su compañera, añadió—: Como el imperialismo, pero con sentido de envolvimiento político.
        —Recuerdo un virtualstream de ese sistema. ¡Qué pe-coras! ¿Para qué crees que la quieran usar?
        Lylah buscó en el Cerebro la información.
        —La Máquina Expendedora de tu Pareja ideal ha sido comprada por Jamile Al-Rayán, #YoMerista.
        —Debe tratarse de algún fin científico —dedujo Lylah—. Esa persona es Creadora del Contenido. Y en #YoMero siempre buscan mano de obra comprometida. ¿Por qué no buscas el canal mientras tomamos el gurmé? De esa forma nos enteramos de sus investigaciones.

        En el comedor de la Bodega, Larys y Lylah conectaron sus búsquedas a la pantalla mientras tomaban un gurmé simple que incluía una gelatina de pollo y tres uvas rojas.
        —¿Qué crees que sea el matrimonio? Debe ser algo terrible si se contrae. El dueño del vecino de mi gato tiene un vientre que contrajo la V8 en sus vacaciones a la Luna —Larys rebanaba sus uvas para comerlas antes que la gelatina, a diferencia de Lylah que raspaba el fondo del recipiente—. Le explotaron los ojos de regreso a la Tierra, así que tuvo que ponerse unos de repuesto del transbordador.
        —Qué piuk. No sabes cuantas personas pueden haber usado esos ojos antes.
        —Lo mismo pensé.
        Terminando con sus alimentos, brindaron con el jugo de grillos y espinacas en lata y se dispusieron a mirar su búsqueda: dos videos cortos y una aplicación criptada para sus plugs.
        Resultó que Jamile Al-Rayán era una persona que se dedicaba a la caza de antigüedades. Su perfil decía que de muy joven había abrazado el krishnamismo económico contraliberal y que aquella decisión había salvado su vida del conformismo apoteósico de la incredulidad. Rubio y de ojos muy claros bajo un turbante de plumas moradas a juego con su vestido de color verde mandarina, vestía una bata de científico menor entre cuatro paredes limpias que solo ostentaban cuadros de gatos sin ropa.
        A Lylah y Larys les pareció muy profesional.
        —#YoMeritos —sonó su voz gruesa y masculina— mucho les he prometido acerca de este tema de las parejas ideales, así que me he dado la tarea de buscar en la Universa-Dip lugares en donde pueda conseguir mercancía de la época y he dado con una Máquina Expendedora con la cual podemos crear a nuestra pareja perfecta.
        »—Se que algunos de ustedes aún tienen dudas respecto a si debemos o no tener una Soul Mate, pero déjenme les recuerdo algo: los seres humanos estamos hechos para alcanzar nuestro potencial a través de los otros.
        »—Tener una pareja no significa tener propiedad sobre alguien aún esta persona sea comprada; sino compartir nuestras experiencias del día a didí con alguien en quien podemos confiar: una persona que nos amará tanto como nosotros a ellos. Este acto de amor es el que hace la diferencia pues no podemos considerarnos como alguien completo hasta que nos conocemos a través de este acto sentimental almático.
        »—He puesto el contador del electrónico para recibir todas sus donaciones, si quieren verme encontrando a mi pareja perfecta, envíenme sus donativos para seguir con esta transmisión.
        El segundo video era algo más corto y en él solo había una explicación de Jamile en traje religiomilitar respecto a los conceptos de amor, alma y pareja, aunado al procedimiento que utilizaría con la Máquina Expendedora cuando le fuese enviado por la bodega.
        Dos horas antes de terminar con su turno, cuando ninguna de las dos tuvo más ánimo de mentir respecto a su curiosidad, se reunieron en el pasillo en donde se encontraba la Máquina. Fuera de la Bodega la noche comenzaba a clarear y sin el ruido de los autómatas en la limpieza, podían escuchar con claridad los primeros motopatines que cruzaban por le túnel central hacia sus trabajos diurnos.
        —Definitivamente, tenemos que probarlo —soltó Larys, retirándose la parte superior del mono para dejar al descubierto las lentejuelas de quetzal cosidas a su pajarita—. Si Al-Rayán se la lleva, nos quedaremos con las ganas de saber cómo era ese mundo de antes; es decir, ¿de qué sirve trabajar en esta Bodega si nunca vamos a poder probar alguno de sus objetos?
        —Sí, sí —asentía Lylah con el tablero del controlador en alto para admirar su mecanismo—; aunque sigo sin convencerme con esto del Almareja. No quiero convertirme en un protozombie y por lo que escuchamos, hasta puedes terminar contrayendo matrimonio.
        —No lo creo; después de todo, el matrimonio ya no puede hacerte daño, de lo contrario la Bodega no vendería la Máquina.
        —Tienes razón, aunque igual no me parece ético. ¿Qué pasará una vez conozcamos a esa persona? ¿Qué haremos después con ella?
        Larys, quien no había puesto en alto esta perspectiva, se tomó un tiempo para pensar su respuesta.
        —No podemos limpiarlo —producto o no, las palabras de Al-Rayán respecto a la no-propiedad de las personas, resonaba en sus oídos—. Se lo podemos dar al #YoMero para que se encargue de él, finalmente ya es su máquina.
        —No creo que Jamile lo quiera. Si compra la máquina es porque quiere tener a su pareja ideal, no la pareja ideal de otra persona. No va a quererlo y terminará vagando por ahí hasta encontrar una persona como nosotras.
        Se sentaron en el suelo de cemento pulido frente a la máquina para admirarla y sopesar sus opciones. Luego, gracias a una aplicación de probabilidad que decidieron descartar, se separaron para buscar los aditamentos que necesitaban para ponerla en macha.
        Larys llevó el generador eléctrico toma-corriente mientras que Lylah se encargó de ir al dispensador metálico por los yenes que necesitarían para proveerla de energía simbólica y cuando se juntaron de nueva cuenta en el pasillo, les quedaba poco menos de una hora para elegir a su pareja.
        —Lo primero que debemos hacer es ponernos el casco —Larys se lo puso antes de encenderlo—. Luego, elegir nuestras opciones de acuerdo con la información recibida.
        —Bien —Lylah desplegó el tablero—. Aquí dice que elijas si prefieres hombre, mujer o sexo indistinto.
        —Me da igual, pon lo que sea. Esas opciones son muy reducidas.
        —Indistinto. Si vamos a encontrar a un pendejo, no importa su género. Luego, la edad.
        —No lo sé, ¿eso importa?
        —Pondré entonces de 0 a 200.
        —Pon lo que sea, tenemos los mismos gustos.
        —Las grandes cabezas tienen la misma sinápsis.
        —Afirmativa.
        Las preguntas fueron varias, desde una posición de economía hasta las preferencias educacionales. Lylah y Larys coincidieron casi en todas las respuestas y las que las confundieron, las descartaron picando botones al azar con un «de Trump-Trudeau». Perdieron mucho tiempo comentando entre risas sus respuestas y se sorprendieron de la gran cantidad de detalles que aún podían conocer la una de la otra.
        Faltaban siete minutos antes de terminar con su turno cuando terminó la programación y la Máquina Expendedora comenzó a trabajar con sus datos.

        —¿Qué se supone que es esto? —preguntó Lylah cuando abrió la puerta del artefacto y no encontró nada más que un espejo de mano y una nota escrita en kajis en inglés.
        —Tal vez no funcionó porque ya está vieja. ¿Qué dice la nota?
        —«Tu pareja ideal siempre has sido tú.»
        —Eso suena a motivación de carretera galáctica.
        No se sintieron timadas y se rieron de los resultados. Luego cerraron la máquina, guardaron los aditamentos que utilizaron y repartieron los resultados. Larys el espejo, Lylah la nota.
        Arriba de sus monopatines, de camino hacia su cambio de turno, se prometieron compañía mutua de regreso a sus hogares.